jueves, noviembre 27, 2003

Fugitivo

Silvio se escapó ayer. Cuando llegué a casa, no estaba en su jaula. No sé cómo, pero logró desarmar parte del techo de la jaula y se salió por allí. Lo triste del asunto es que volvió esta mañana. Sí. Anoche, cuando vi la jaula vacía, no puedo negar que me dolió, pero luego, y tras reiterados pasados esfuerzos por ponerlo en libertad, pues, digamos, que sentí alivio. En realidad su huida fue casi simbólica después del almuerzo que tuvimos ayer mi madre, mi padre, Diego y yo. Empezamos hablando del deseo de Diego de ir a estudiar al exterior y terminamos hablando de mi deseo de ir a estudiar en el exterior. El rumbo de la conversación cambió cuando mi madre dijo que ese ciclo ya estaba terminado en mi vida. Eso, de verdad, me “sulfuró”. Es decir, cómo mi madre puede decir cuándo un ciclo en MI vida puede ya haber terminado? La frase degeneró en una gran discusión. Yo entiendo que ellos no quieren que me vaya, pero siento que me ahogo de solo pensar en quedarme, en desarrollar toda mi vida únicamente aquí, en Colombia.

Diego dice que yo tengo una visión muy macro de las cosas. Es verdad. Cuando pienso en términos de espacio, pienso en el planeta entero y no veo por qué tengo yo que restringirme a desarrollar mi proyecto de vida solo aquí. Cuando pienso en términos de tiempo, la verdad, me pienso a seis meses, a dos años, a diez años, a veinte años, hasta el final de mis días e incluso más allá. Muchas veces fantaseo con dónde estará este material del que estoy hecha en… ¿200 años? Nada muere, todo se transforma (¿quién fue el científico que dijo esa frase? Era un evolucionista, si no estoy mal). Siendo así, qué serán de las moléculas que hoy conforman este cuerpo en 200 años?¿Cuál será el panorama que las rodeará? ¿Qué tipos de objetos estarán junto a esas moléculas, tal vez ya diseminadas por todo este mundo? Los humanos se habrán salido con la suya y habrán logrado terminar con él?

Pienso, también, en que Colombia es muy provinciana y que parte de ello se debe a este medio siglo de conflicto nuestro que nos ha conducido a siempre vernos al ombligo, a pensar que somos el centro del universo y que cada ser en este planeta sabe y está involucrado con él. Pienso, por tanto, en que soy parte de la historia, no de la colombiana sino la universal, aunque la historia jamás llegue a registrar mi existencia.

Ayer, mientras hablaba con mis padres, veía la gran brecha generacional que nos separa. Ellos han vivido una época donde el trabajo era seguro, donde a los 30 y pico ya uno debía estar “asentado”, donde la historia terminaba con su nacimiento y de allí, en adelante, es su presente. Para mí, (¿puedo decir “para mi generación?) el trabajo no es seguro (es poco probable que alguno de nosotros se llegue a pensionar después de haber trabajado 30 años en un mismo lugar), la moratoria social de los jóvenes cada vez se amplia más de tal forma que ahora una persona se está asentando después de los 25, 30, 35 o incluso 40 años. Pero sobre todo, mi generación, ha vivido la aceleración de la historia (al cuerno Fukuyama con su fin de la historia: esto aún no se acaba): ya las naciones no son tal sino bloque económicos y regiones; cada vez es más cierto el efecto mariposa (¿quién propuso eso, también?); y bueno, volver sobre los cambios en la ciencia y la tecnología (la era digital, la clonación, etc.) es ya un lugar común. Por eso me sentí generacionalmente lejana a ellos: porque mi “estructura de pensamiento” responde a este mundo, para mí, realmente inseguro donde yo (en eso sí creo que difiero con muchos de mi generación) he tenido que construir y elegir mis referentes seguros, como forma de tener un norte de orientación y no dejarme arrastrar por las corrientes que cruzan este mundo. Mi padre es de la generación de la esperanza y de la desilusión. Mi madre de las tradiciones, pero de las buenas.

En fin… todo esto para decir que la fuga de Silvio fue como un mensaje para mí que reiteraba mi idea de irme, de arriesgarme. Por eso, cuando esta mañana, mi madre lo encontró en el siete cueros de la casa de los Morales, pues me sentí algo decepcionada. Como si yo hubiera sido la que no había sido capaz de volar mucho más allá. Yo intenté, al principio llamarlo. Pero no funcionó. Como se me estaba haciendo tarde para el trabajo, mi mamá se quedó en el calle insistiendo. La señora Blanquita nos sugirió que le pusiéramos la jaula al alcance de Silvio y… funcionó. Mientras yo me estaba vistiendo, Silvio saltó del árbol a la jaula y se metió en ella. Yo solo salí para cerrarle la puerta.

P.D.: Al fin una buena noticia. India y Pakistán firmaron un cese al fuego entre los dos países en la disputa por Cachemira. Hoy entró en vigor.

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