miércoles, octubre 15, 2003

Soy mala lectora de poesía. Me gusta, sí, pero prefiero la prosa. De un lado, todos se creen poetas, así que encontrarse un libro de "poesía" puede ser algo frustrante. Por otro lado, crecí leyendo prosa. La poesía vino después en lomos de Barba Jacob. Luego he leído otros grandes como León de Greiff, Huidobro, César Vallejo, Alfonsina Storni, Gabriela Mistral, Neruda, etc. Whitman me gusta, pero no me mata. Igual Rimbaud, Baudelaire o Verlaine. Quizás se deba a la traducción. Ni siquiera Poe me gusta mucho como poeta. Es que en la poesía el lenguaje está presente en todas sus jackbosinas dimensiones. Y como dice la frase: traduttore, traditore.
En fin... toda esta introducción para decir que tuve un grato tropezón con un libro de poesía (sin comillas). Su autora es Antonieta Villamil. El libro, Los acantilados del sueño. Sólo un poema para apreciar la calidad:

Los acantilados del sueño
Cuando la negra estepa se derrama con su luna y su flagrante indicio de luciérnagas lejanas sueña, contorsionados pájaros bajo sus párpados le blanquean el ojo y tiemblan las membranas del sueño bajo fugaces pestañas.

Sacan de su quicio
de huesos a un alma
que exhausta se fuga
entre los astros
del cuerpo.

Toda la masa del día regenera su paso y amance y se abre el ojo con su luz que ha trasegado los acantilados del sueño.

Pasa la fugaz
película de parajes
enroblecidos con
un buril que destella
rostros, voces,

en los siniestros resplandores de lo soñado, cuando la negra estepa se derrama con su lunática mantarraya y su escamoso indicio de peces ahogados en los extraños manantiales de aire en que se mece el sueño, cuando la negra estepa se derrama.


Solo el tema del sueño ya me recuerda a Sor Juan Inés de la Cruz, sin contar con la construcción de las frases y el contraste de las palabras. Es barroco, sí, pero también es moderno. Es una voz que revive una experiencia que todos tenemos. Qué bueno es encontrarse con un buen poema.