lunes, enero 03, 2005

Volar

Ven, ven a volar
Vamos a volar
Cuando vuelas cualquier cosa
Puede ocurrir a tu alrededor
A volar, vamos a volar
La aventura ha comenzado
No se sabe que va a pasar.
Decía una canción del quinceañero grupo Menudo. Y sí, volar es espectacular. Más allá del hecho de que es el medio de transporte más rápido que existe, eso, volar, a mí no me deja de asombrar. Romper la ley de la gravedad, remontarse por los aires, más arriba de las nubes, es increíble. No sé si al tener la oportunidad de volar con frecuencia dejaría de asombrarme, pero aún, tras los viajes que he hecho, no me deja de asombrar, maravillar, encantar.

La sensación cuando el avión toma velocidad y el puente de aterrizaje se desprende de la pista, mientras todo lo que nos es familiar se convierte en una maqueta de arquitectura y se hunde bajo un piso de nubes es algo que me emociona, realmente. Es una maravilla. Para mí, el mayor y mejor invento de la humanidad. Si tuviera cabeza de inventora ese e internet serían las dos cosas que me hubiera gustado descubrir, desarrollar.
No es de sorprenderse de que si existe algún dios o dioses y se encuentran en las alturas, puedan ver nuestras tragedias humanas como hojas arrastradas por el viento. Nada más. Tragedias como la de Asia se verán ante sus ojos -si existen- como vasos de agua derramados en un hormiguero. Nada más. Apenas un movimiento aquí, quizá un cambio allá. Pero nuestras lágrimas jamás llegarán a él o ellos.

Para ellos, las nubes están más cerca. Esas montañas tapizadas de todos los colores que puede tener el verde del valle del Magdalena jamás rebelarán las masacres que ocurren allí abajo, el desencanto por la cosecha perdida, el corazón roto por un desamor, las ilusiones desvanecidas. Ni las dichas. Ni los agradecimientos se levantan tan alto. Ni los abrazos, ni los buenos deseos. Esta maqueta gigantesca solo deja ver quebradas llamadas ríos, grietas llamadas cañones, elevaciones llamadas picos, simas llamadas depresiones. Ah, pero deja ver un nevado del Huila imponente, blanco resplandeciente e indiferente también. Allí arriba, en avión, podemos jugar a tener la visión de los dioses y entender por qué nos tienen olvidados.

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