martes, septiembre 12, 2006

La Naúsea, mejor conocida como la malpa

Iba a escribir solo:
"Nada. He existido."
Pero, la verdad, es que también quería transcribir un fragmento -que finalmente no encontré y no sé imaginé que lo había leído- con el que me identifico en este momento: en hechos, no ha pasado nada; sin embargo, dentro de mí todo ha sido una vorágine de pensamientos, sensaciones y sentimientos que no se dejan contar. Ya escuché Natural Born Killers y Sepultura. Ahora llegué al silencio. Intento moverme solo lo estrictamente necesario, para ver si lo demás se aquieta también.

Me dio durísimo cuando leí "La Naúsea" y, sin embargo, creo que es con el espíritu de este momento que hubiera podido "disfrutarla"´más. Estoy intentando encontrarla en francés, pero no se deja.

Los acontecimientos de orden público de los últimos días han contribuido además a acentuar ese cansancio, ese deseo de decir -en palabras de Mafalda-: "Paren el mundo, me quiero bajar". Ni ganas de protestar hay ya. Diría que el involucramiento de miembros de la fuerza pública en los atentados ocurridos en Bogotá días antes de la segunda posesión de Uribe es ya demasiado. Y, sin embargo, también fue demasiado lo de Jamundí. Y es demasiado lo de las fosas comunes de las autodefensas y el perdón que se les está dando. Y los 3000 secuestrados sin acuerdo humanitario. Y fue en su momento demasiado el asesinato de tres candidatos a la presidencia. Y el Palacio de Justicia. Y la muerte de Gaitán. Y han sido demasiado tantas cosas, que, sin embargo, no han dejado mella para impedir que otras sigan sucediendo, que ya hasta el asombro está cansado.

Ahora ya no causa ninguna reacción que alguien como Darío Arizmendi pida a voz en cuello, sin consideración alguna del comportamiento periodístico, la pena de muerte para los militares de los atentados mencionados. ¡La pena de muerte, por favor! ¡Ya estamos a punto de querer legalizar la pena de muerte! ¡De que alguien que maneja opinión pública pida la pena de muerte! Eso solo me indica que ya hace mucho tiempo rebasamos los límites de la razón y la civilidad.

... no puedo evitar seguir recordando al huevo de la serpiente...

No hay comentarios.: