jueves, diciembre 16, 2004

Martín

Ayer cuando llegué a casa, por un segundo que fue menos de un segundo, surgió en mi mente la intención de entrar a revisar el correo a ver si me había escrito. Entonces recordé que todo se había acabado.

Qué huella tan poderosa dejan los sentimientos que incluso evaden el control de la conciencia y recrean en nosotros la misma sensación y esperanzas que tuvimos en algún momento. Ese menos que un segundo fue como cuando todo existía. Se desvaneció la ruptura, las circunstancias, los días en que tuve que desacostumbrarme a entrar a gmail a buscar sus mensajes. Todo se desvaneció, incluso la tristeza que ha pervivido desde entonces.

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