Hay una parte de nosotros que nos nos pertence, sino les pertenece a los demás: nuestros gestos. Sí, nosotros somos sus autores, pero con total inconciencia de ellos. A cambio, los demás, son sus recipientes. Se quedan en los ojos, en los oídos, en la piel. Gestos... Sólo la imagen intenta capturarlos, la fotografía, el vídeo, el cine. Por fotos y videos me he dado cuenta de mis propios gestos. Pero no, no es de los míos que quiero hablar sino los de mi padre y mi madre
Todas esas pequeñas maneras, entonaciones, son las que nos hacen particulares. Y son, en últimas, las que extrañamos. Quisiera intentar aquí capturar en palabras algunos gestos de mi padre y mi madre.
Mi papá, primero que todo, es un alma gentil que refleja eso en su expresión corporal (qué término tan frío para algo tan cálido).
Primer gesto para coleccionar: Cuando presta atención a las palabras de alguien, mi padre suele apoyar los codos sobre la mesa (si la hay) y una mano se descuelga sobre la otra. La muñeca doblada forma un ángulo casi agudo. Se podría pensar que está en tensión la mano, pero no, ambas descansan, caen, permanecen relajadas. Las manos de mi padre son trigueñas pálido. Bajo la luz del bombillo de la sala, se ven algo amarillas. Sobre el metacarpo (recordemos algo de anatomía de bachillerato) del meñique y sobre cada una de las primeras falanges, sobre sale un vello escaso, pero grueso y oscuro. Son manos de escritor. Sus uñas tienen relieve a lo largo, desde la madre hasta el extremo opuesto (nunca muy largo), pequeños surcos, que sin embargo se notan. Mientras escucha, a veces sienta el mentón sobre estas manos relajadas y lo mira a uno fijamente, mientras a veces levanta las pobladas cejas que forman una "v" invertida, al extremo externo de las cuales se forman, por encima y por debajo, dos pequeñas arrugas, y él dice "ajá, ajá". Con el tiempo, sus ojos, algo claros, también se han llenado de pequeñas venitas rojas, terigios que llaman. Sus labios, se unen en un punto, como si fueran a dar un beso, pero en realidad, son sólo reflejo de la atención que está prestando. A veces, también mientras escucha, levanta las gafas con el dedo índice, por debajo del marco y las acomada de nuevo en su lugar. Cuando uno ha terminado de hablar, puede extender una mano, con suavidad, hacia un servilleta cercana, que dobla y pasa dos veces la mano sobre el pliegue, para luego depositarla al lado, también con tranquilidad. Se puede echar un poco atrás, con todo y silla, toma aire y habla. Su voz es grave, en alguna ocasión trabajó en radio y su práctica docente han contribuido a que sea clara y se proyecte sin gritar. A veces, muchas veces, no he estado de acuerdo con él. El tiempo pasa y me doy cuenta que tenía razón. La mayoría de veces, él espera hasta que eso pase y nunca dice "yo se lo dije", porque él, como buen maestro, sabe que es el camino el que enseña y él se alegra cuando sus alumnos logran alcanzar finalmente el conocimiento.