Eso dijo mi madre ayer y es verdad. Tanto en El Castillo, como en Hradcany (la ciudad pequena), como en Josefov (el barrio judio), como en Stare Mesto (la Ciudad Vieja) o en Nove Mesto (la Ciudad Nueva), hay un dintel, una puerta, una calle, un edificio, una iglesia o una sala de conciertos para tomarle una foto. Y, sin embargo, la foto no le hara justicia.
Ayer fuimos a El Castillo de Praga (hay otro, el de Vysehrad), donde vivio y escribio Kafka en la casa 22, de la Calle del Oro. Una cosita de nada, azul, rodeada de otras casitas similares donde, nos contaron vivieron, en su epoca los alquimistas buscando la formula de la longevidad y la transformacion de los metales en oro. Las partes principales de El Castillo estan fuera del alcance de los turistas-langosta (como yo) y ahora son usadas como oficinas publicas (la entrada a las oficinas presidenciales es diminuta y no tiene un solo soldado en frente!).
Aparte de las decenas de comercios (la propia casa de Kafka es una tienda de souvenirs), donde venden de todo y cobran casi por todo, entramos a una exposicion de armaduras y vestidos de los siglos XVI a XVIII. Aunque apenas anunciada (y tambien con una entrada chiquitica), la exposicion lo lleva a uno a esa epoca. Es muy interesante ver todas esas armaduras, armas y vestidos en vivo y en directo. Todo eso sirvio para el concierto de la noche en el Rudolfino: Dvorak, Beethoven y Mozart.
Bueno, tiempo de irse. Mis padres acaban de bajar y vamos al Museo de Kafka, antes de partir hoy hacia Berlin.
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