miércoles, octubre 29, 2003

Historia

Siempre me he preguntado cómo luciría uno de esos grandes días que registra la historia: un 12 de octubre de 1492 o un 20 de julio de 1810 o un 9 de abril de 1948. Pero también me he preguntado cómo luciría el primer día de una de esas grandes épocas también de la historia: el primer día de la revolución industrial, el primer día del inicio de las monarquías y también el primer día de su fin. Imagino que nadie notó el primer signo del cambio: pudo haber sido un día lluvioso como cualquier otro. Y el comienzo de esa era pudo ser un hecho insignificante: un labriego que dudó del poder de un rey sobre él, por un instante, como un flash. O quizás empezó como un malestar inconsciente que se fue generalizando. Algo de nada, algo que terminaría por doblar el curso de la historia.

Yo me sentí viviendo ese día o esos días este pasado fin de semana. Con base en lo que había visto y escuchado, pensé que el referendo no iba a pasar y que Lucho iba a ganar. Pero hoy, a una hora de que hable Uribe, después de dos días de silencio, aún no puedo creer que haya sido así. Me levanté el lunes y me dije: “Así luce el primer día en que la izquierda en Colombia subió a un puesto de poder en el país”. Era una mañana soleada, brillante, clara. Y me sentí viviendo la historia. Me sentí parte de una corriente que lenta y silenciosamente a traviesa América Latina y que está cambiando las cosas. No para bien, no para mal, pero sí una corriente que se mueve. No importa cuál sea el desenlace de las cosas, hoy, 29 de octubre de 2003, Brasil tiene un gobierno de izquierda; Argentina tiene un gobierno que si al menos no se ha declarado de izquierda parece afín a ella; Bolivia acaba de tumbar a Gonzalo Sánchez de Losada, el exponente el neoliberalismo; Venezuela tiene a Chávez. Chile se dice socialista aunque no parezca. Y Colombia, esta Colombia que duele, Colombia, de forma casi imperceptible, tiene, no sólo en la alcaldía de Bogotá, sino también en la de Medellín y Cali, las dos siguientes ciudades más importantes del país, al Polo Democrático Independiente, de extracto popular y arraigo en la izquierda, en el poder. Estoy viviendo un trozo de historia del que me siento orgullosa.

El domingo, cuando Lucho habló me emocioné mucho porque empezó su discurso como pensé que debía empezarlo: recordando a los muertos, a Bernardo Jaramillo Ossa, a Manuel Cepeda y a otros. Cincuenta años de lucha, política y armada, de muertos, desaparecidos, acallados y hoy, en medio del más radical gobierno de derecha que hemos tenido, subió la izquierda al poder. Nadie lo veía venir. Ni siquiera la misma izquierda. El Che o Camilo Torres deben estar muertos de la risa en sus tumbas y se dirán a sí mismos que esto es mucha ironía. Años de lucha, de sangre, de frustración y esperanza, de una guerrilla que empezó siendo un puñado y ahora son miles; de un partido político totalmente eliminado; de bombas, de enfrentamientos, de propaganda y malditismo; de nunca haber tenido un minuto en radio o televisión en que el tema de la guerra no estuviera presente. Y hoy, hoy la izquierda está, democráticamente elegida, en el poder. Parece que estamos doblando el espinazo de la historia.

No sé si en realidad la logremos doblar. Espero que sí. Espero que Lucho haga una buena administración. Temo por todas las fuerzas que se están reuniendo en su contra. Temo que este país se polarice más, cada vez más. Quizás estemos entrando en la última etapa: en la de la solución final o la de la hecatombe final. Aquí estamos, Bogotá, 29 de octubre de 2003, 7:25 de la noche. El referendo no pasó, le faltaron apenas unos puntos. Ganó Lucho en Bogotá; Sergio Fajardo en Medellín; y Apolinar ... en Cali. Ayer hundieron el proyecto de reelección presidencial. Lo hundieron los mismos que dicen apoyar a Uribe, porque ellos también están ansiosos de poder. Este es un hecho, como la división interna de las autodefensas, que me hace pensar que Colombia se dirige a crear su propio destino, el que mira el 60% de pobreza y el 30% de miseria; el de sus grupos indígenas y negros; el de un país que no puede continuar mirando a otros hemisferios y copiar lo que ellos hacen; el de un país con grupos guerrilleros, que a diferencia de las autodefensas, a cambio de dividirse se han fortalecido y crecido; el de un país con una capital cada vez más madura políticamente. El de un país que se tiene que mirar así mismo y se tiene que dar soluciones salidas de su propio seno. Mi país.

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